La fe es más que un sentimiento religioso; es la fuerza activa y define la vida cristiana. En el contexto bíblico, no se trata de una ciega credulidad, sino de una confianza absoluta en el carácter de Dios y en Su Palabra.

El autor de Hebreos nos da la definición fundamental:

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve." (Hebreos 11:1)

Esta frase magistral contiene dos pilares esenciales:

1. Certeza de lo que se espera (Esperanza): La fe nos hace tratar las promesas futuras de Dios (salvación, vida eterna, Su cuidado) como si ya fueran una realidad tangible hoy. Es una garantía.
2. Convicción de lo que no se ve (Confianza): La fe nos permite ver con los "ojos del alma" lo que es invisible para los ojos físicos: el poder de Dios, Su soberanía y Su plan perfecto.

Fe y las Obras de Dios

Para el cristiano, la fe está irrevocablemente ligada a la acción de Dios en la historia. Hebreos 11 no solo da una definición, sino que presenta una "galería de héroes de la fe", demostrando que la fe siempre precede y motiva la obediencia.

• Noé: Por fe, construyó un arca en seco, creyendo en una lluvia que nunca había visto. (Hebreos 11:7)
• Abraham: Por fe, salió de su tierra sin saber adónde iba, confiando en la promesa de una descendencia y una tierra. (Hebreos 11:8)
• Moisés: Por fe, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón y escogió sufrir con el pueblo de Dios. (Hebreos 11:24-25)

La fe bíblica es inherentemente activa. No es solo un asentimiento intelectual; es una respuesta de acción basada en la convicción de la verdad de Dios. Como dijo Santiago, "la fe sin obras es muerta" (Santiago 2:26). Las obras no salvan, pero la fe viva siempre produce frutos de obediencia.

El Propósito Personal: La Fe en las Pruebas

En nuestra vida, la fe se pone a prueba no en los momentos de calma, sino en las incertidumbres y aflicciones. Es fácil creer en la bondad de Dios cuando todo va bien; la fe genuina se revela cuando el panorama es oscuro.

La Fe de Job

Job, un hombre justo, perdió toda su riqueza, a sus hijos y su salud de la noche a la mañana. Humanamente, tenía motivos para no creer en Dios. Sin embargo, su fe se mantuvo firme. Su declaración se convirtió en un faro para todos los creyentes:

"He aquí, aunque Él me matare, en él esperaré..." (Job 13:15, RVR60)

Esta no es una fe ingenua que niega el dolor, sino una fe argumentada que, a pesar de la incomprensión de las circunstancias, se aferra al carácter inmutable de Dios.

Imagina a un cristiano que pierde su empleo y no tiene ahorros. La fe le permite, en lugar de caer en el pánico total, hacer sus peticiones a Dios (Filipenses 4:6-7) y seguir actuando con diligencia, confiando en que el mismo Dios que vistió los lirios del campo (Mateo 6:28-30) suplirá sus necesidades. Su fe es su estabilidad emocional y mental en la crisis.

La Meta Eterna: La Fe en Jesucristo

Finalmente, toda nuestra fe encuentra su centro y su pináculo en Jesucristo. Él es el "autor y consumador de la fe" (Hebreos 12:2).

La fe nos salva:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." (Efesios 2:8-9)

Nuestra fe se fundamenta en un hecho histórico irrefutable: la resurrección de Jesús. Creemos que Él murió por nuestros pecados y resucitó al tercer día, garantizando nuestra propia resurrección y vida eterna.

Conclusión:

La fe cristiana es el ancla del alma (Hebreos 6:19), una convicción profunda que nos permite vivir con esperanza y actuar con valentía en un mundo incierto. No es un salto al vacío, sino un paso firme sobre la roca sólida de las promesas de Dios, viendo lo invisible y esperando lo inamovible.

¿Y tú, en qué está anclada tu vida hoy?